En éste año nuevo hice la memoria del primer diciembre que recuerde haber pasado con mi hermana y pienso que sucedió en Barranquilla y de el me viene a la cabeza un beso con una niña que se quería casar a los 25 y ensallamos el beso en la parte trasera del carro del tio D, un belair o cadillac, no sé, un carro de esos que siempre volteo a mirar en todos los antiguos, jugábamos allí en mitad de una noche de fiesta en la barranquilla de los últimos 70s, como dato curioso, cuando acabó la fiesta vi a la mujer en silla de ruedas quien de inmediato sucitó en mi un millón de preguntas por ser la primera persona discapacitada en la que ví, lo que me traslada en mente a un baño de azulejos de otra casa y otro tiempo que no era el de esa fiesta... la banda sonora para volver:
no hay cama pa tanta gente
La jugarreta de niñas ocurría claramente sin supervisión ocular de adulto alguno y estaba mediada por nosotras escondidas de unos niños correlones que nos habían importunado desde el almuerzo de brisas decembrinas y arenosas, cuando me contó lo del matri me di cuenta que yo, hasta ese momento, no había pensado en matrimonios, hoy los amo.
Al fin nos llegaron buscando al carro, el primo que lo prendía con cualquier llave y mi hermana que calculo yo para este post, no sobrepasaba los 10 años, lo mandaban a el de unos 15 en medio del jolgorio a por mas trago y mando a decir mi papá que tenía yo que ir con ellos, la niña del beso se bajó del carro porque su papá se habría preocupado y no quería, nunca volví a verla.
Mi hermana es para mi el recuerdo del bus urbano en Cali, ella y yo en la última banca donde me propuso en voz baja fugarnos caminando a Bogotá por que no quería estar más en casa de la amiga de mi mamá, hace poco le pregunté por que y me dijo que cuando el temblor, no fue su instinto protegernos a nosotras, la amé por eso, tantos años después, mi mamá nos había mandado solas a esa casa donde años después pasaría el 31 en feria con su hijo de mi edad.
G es mi hermana mayor que me trajo entre las maletas desde el Vichada en el suzuki de su primer marido, que también tenía un mercedes antiguo, quien cambió ese carro por la finca en el vichada, (con el que se fué a los 13), ese viaje al lado de la culebra del cura fue un Enero en que ya moría la fiesta de chinchorros y caños, yo extrañaba a mi abue y su tele blanco y negro que necesitaba calentar los tubos.
Se fue mi hermana a Suecia cuando tenía 16, esas son unas 7 navidades más en casa de las tías y los tíos de Bogotá, principalmente, la de la tía G y su Marido Caleño, con esos remates de cama franca y desayuno de chocolate y tamal.
en los años 1600
Han sido muchos los que hemos pasado juntas, hice cuentas de unos 30 de los 48 años que celebré el pasado marzo, con ella después de no se cuantos desde el de la foto perdida en el desvan de Gotemburgo (las mejores fotos en ese album).
Vida, mi hermana es vida, como los de las fincas alquiladas, el de París es punto aparte antes y despúes de ese, contando campanadas en la plaza frente a Notre Dame descorchando la champaña, el impacto de ver todas esas caras tristes en el metro, los minutos antes y el contraste con las botellas y los bon ané que parecían de fin de guerra camino a la bastilla... mmm, el frances del paint ball.
Los Diciembres siempre con sabor salsero, incluso el que pasamos en Egipto, con Piedi, que no era tan amiga de esas celebraciones pero disfruto vista en su foto de esa noche.
Chango, el que pasamos solas Piedi y yo en Turmequé, con una cena de papitas de freir de sorpresa y chimenea con lucecitas, aún allí siguen colgadas, para recordarla.
Despido el del año pasado con las lentejas en el deposito y los calzones amarillos en el costal rojo del papá Noel esperando que los recoja en el cuarto de Mesitas, ya he vuelto a la torre y sonrío, como el día feliz que soy.