13 de octubre de 2021

Las heridas del corazón

No creo que sea por hipersencible, es mas bien porque todavía no soy capaz de recibir basura sobre la cabeza, (referencia al rey de balk bokhara);  no se donde exactamente, pero a veces me duelen los detalles de mala leche... me sé un bulldozer muchas veces y parece que pudiera pasar sobre todo y hasta sí, pero no, un día no sabemos cuando, no sabemos porque, digo basta, no me aguanto y que llueva mierda al zarzo.  

Hoy me levanto muy a las 4 con la herida convaleciente y la incomodidad del paso del pescuezo, me doy agua, el agua siempre limpia el corazón herido, cuantas veces te advertí que no andaras esos caminos y sin embargo dale que dale el cantaro al agua. 

Estallido, vidrios rotos, el vaso de la ginger empapando el piso con su mancha pegajosa, se convierte en metáfora de lo sucedido, me pierdo en el uso del lavadero, las sábanas que han tumbado el vaso, la sorna a la espalda, el camino de la redención está en perdonar y perdonarse me digo bajando la escalera imaginada, no hay de otra, mi dedo sobre el postre regado en la transmisión de sentimientos confusos, me estoquea fatalmente, respiro, esperar, esperar al tiempo curen las rayaduras, las oculte entre los pliegues de grasa. 

Me he levantado con el propósito de reformar el brochure, y con los dedos cruzados, aprenda a usar por instinto los íconos de adobe que a penas abro,  sonrisa de los buenos días y empieza otra vez. son las 5:47.

empieza el sat sang

 









 

11 de octubre de 2021

Don Marco Aurelio Otálora Parra

 Fue el marido de mi abuelita Laura Alcira Gonzales Bernal, hoy mientras escucho una misa cantada en el pueblo donde ella nació, donde el hizo vida, se escucha a lo lejos el jolgorio de la fiesta y me dan ganas de documentarla, aunque sólo consiga una toma con voladores, semana de la campesinidad boyacense, y yo sentada en el laural de las mujeres, queriendo documentar al abuelo marido arreglado de la abuelita con la que conviví la mayor parte de mi infancia.


otros de mis primos y primas convivieron más con el, hasta el punto de recordar, un cauchito con el que mataba moscas de la manera más certera. resultó que nos enteramos de su veteranía en guerra y confirmamos su vena cívico política,que nada tenía que ver conmigo siendo yo criada tan de la mano de las mujeres de la familia ya en Bogotá. 

Mi abuelita se separó de él antes de yo conocerla a ella, en casa siempre fuimos mujeres Mi mamá, mi hermana, la abuelita, siempre revoloteando. De pronto recuerdo el período de vida con un tiempo corto pero importante en que vivimos con el papá del primo que encontró tras su registro civil esta reliquia, y esta otra, también aparece en algún otro pliegue de la memoria familiar.




termino de contarlo ya en las torres a minutos de irme con las ollas a puente aranda, donde el smat les quemó las casas a unos invasores, gente en la mala, que en estos momentos la está pasando peor. Es interesante darme cuenta que escucho a Sant Ji hablando de la segunda guerra que vivió y de los muertos que enterró en ese tiempo, todo para dejarme claro que al mundo llegamos con los puños cerrados y cuando morimos, lo hacemos con las manos abiertas, porque nada ni nadie nos pertenece. que es de las mejores lecciones de vida, a ver si al fin me hago humilde. 

que dirá mi epitafio?


lo que si quiero, es que la celebren quienes han pasado por ella.

La sandía y los aguacates

Hace años, cuando fui a visitar a mi hermana a Gotemburgo, me admiré de ver cuantas frutas y verduras eran importadas, en ese tiempo años 80...