Decía Alejo en el cumpleaños 60 de mi mamá que ser González en Turmequé, era ser de las familias más antiguas del pueblo boyacense donde vivía mi familia materna antes que yo naciera, mi abuelita es la primera mujer de esa familia que recuerdo.
Laura Alcira González Bernal, la mayor de sus hermanos: Sara, la artífice de que viniera a Bogotá a vivir, la recuerdo de encontrármela en el corredor del edificio donde vivíamos cuando me detuvo en la jugarreta para decirme que yo le caía mejor que mi hermana; Victor el hermano segundo tenía un hijo, victicor que venía a veces a almorzar en la casa y a contar noticias de su papá, quien fue bastante aventurero, un hombre enormemente culto según tengo entendido, emprendedor. Carlos el menor, trabajó en la federación de cafeteros en sus años dorados y murió de andar fumando en
su finca de Sasaima.
Mi abuelita fue una señora tremendamente fuerte y trabajadora siempre en el hogar, desde sus días allá hasta sus días acá en Bogotá, hizo de todo, nn el apartamento donde la conocí en la carrera 18 numero 23 a 25 segundo piso, del que la sacaron con los pies por delante, pasó haciendo oficios varios desde arepas, hasta amasijos aliñados y tradicionales costuras, hierbas y flores, todas ellas convivían en el apartamento donde se mantenía vendiendo desde su lavadero en el balcón del barrio santa fe el servicios de hacerlo a mano a las monjas de no se donde, costureándonos ropa y dándonos alimentos, en esos tiempos en que la acompañaba a hacer mercado que aquí ya he contado, me hacía maletas de la tela del uniforme y me recibía del colegio con mi cacerola de papitas fritas con pellejo, que hoy todavía son mi alimento favorito.
Alejo es el marido de Elvia, la yayita de mi mamá, en los tiempos inciertos en que mi abuelita cogió camino y se vino para Bogotá, Yayita se hizo cargo de mi mamá teniéndola en el pueblo mientras mi abuelita se asentaba, mi mamá llegó a Bogotá con 3 años de edad. Yayita a los 12 llegó no se de donde a casa de mi abuelita, a los 25 se casó con Alejo, y se pasó la vida en la cocina de su casa en Turmequé, hasta que sus hijas la llevaron a Tunja para cuidarla mejor en sus últimos días.
Mi mamá fue su madrina de boda cuando tenía un año, dicen que la pararon sobre el altar durante la ceremonia, tuvieron un lazo muy estrecho durante toda su vida, ambas ya dejaron este mundo. las soñé juntas poco después que mi mamá se fuera.
Recuerdo a sus hijas cuando venían a Bogotá a estudiar y yo era una niña de 3 o 4 años, hoy todavía somos amigas, éste post nació de una visita a Tunja, donde hospedada en casa de su hija B hicimos un tremendo recorrido al pasado, nos vimos también con M, que cuando yo era chica educaba niños en Miraflores.
Hoy vive en Tunja, en un apartamento del centro, trabajó hasta pensionarse en el magisterio, así que educó a cientos de niños en lugares lejanos de Boyacá durante un montón de años, sus hermanas hicieron lo mismo, la última está por pensionarse y aún vive en el pueblo.
Turmequé y su importancia en nuestra familia se completó con la compra del Laural, que fue orquestada con la complicidad de las González y el deseo de mi madre, de cumplirle el sueño a mi abuelita de recuperar la hermosa finca de pozo negro, que perdió en los tiempos en que el marido se quedaba con las posesiones de la mujer, porque no teníamos derecho de pertenencias, heredar o de votar.
Nosotras somos Otálora por gracia del apellido del amigote de mi abuelo materno, que casó a su hija con el mejor amigo de dados, el señor alcalde, un poco borracho y mujeriego que se paseaba por el pueblo a caballo y recibía entre bultos de papá a los que necesitaban hablar con el.
La primera borrachera de mi vida, me la di en el grado de aura, la hija menor de alejo y elvia, sucedió tomándome los cunchos de las mesas sin ser supervisada, mientras todo el mundo bailaba y gozaba por el logro de haber terminado todas las hijas el colegio. el hit era una canción poppular que tenía que ver con un gallo, ya no recuerdo la letra, pero quien quita me vuelva a la memoria en un plon.
B2, quien físicamente en ese momento de mi crecimiento tuviera un extraordinario parecido con mi mamá protagoniza una de las lloradas más sentidas de mi infancia y que muchos años después en un viaje al eje cafetero, fuera entendida, no eran la misma persona, ella no pod{ia darme tema, aunque se pareciera a mi laburiosa mamá..