26 de febrero de 2020

En Memoria de Azabache

Yo ni se donde fue que lo ví primero, sólo me acuerdo que llegó G toda agitada pidiéndome algo con que amarrar un perro, yo tenía las cosas de Sábaka y le di una de sus correas, el collar no lo encontramos, mientras buscábamos me contó que N se había encontrado un perrito llorando en la escalera, (yo de inmediato me acordé del borracho...) y que lo iban a llevar al veterinario.

Luego la primera imagen que tengo de él como tal, es andando detrás de mi hermana cuando dormíamos en la casita, El la amaba y la seguía a todos lados, era un grandulón al que Lukas el papá de Korea el terrible, Japón y Perú se la tenía montada, entonces a fuerza de nobleza se ganó su espacio en casa y G, desterró al caqueteño con todo y trasteo de nevera, para Agua de Dios el enano, como los apestados.

Probablemente lo inolvidable de Azabache es el lamento, era un blues ese animalito, tan melancólico que cuando aullaba, contagiaba un montón con su nostalgia, tembleque le decía Andrés que es quien los cuida, se puso cuchito el man y al final, le falló el mango, en el Mangal.

Dejó descendencia al final de sus días, cuatro cachorros hoy se escurren los unos al lado de los otro en el cuartico de abajo, su mamá, Paloma los deja a su suerte un rato, más desnaturalizada cada vez la bendita, que ya ha tenido al menos tres crías.




Tuvo buena suerte el amigo Azabache, que terminó sus días mimmado, en la finca, yace junto a su amada Juno.

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