9 de agosto de 2024

En los ojos de la perra

Fue gracioso el otro día para las comensales del rissoto de champis que me pusiera en los ojos de la perra que me mordió hace tiempos en una salida nocturna de campo con las parceras de la poker parada. Yo pienso que Candelaria pensó que le hacía daño a su amada y por eso enterró la dientamenta  en mi pierna y en mi antebrazo para defenderla, todo ocurrido en medio de un bar oscuro y con destellos de bola de disco. 

Hoy un parche en el pantalón negro da cuenta de ese hecho y a la vista de todas el episodio es el capítulo 10 de un libro larguísimo de anécdotas varias con mi verborrea sin fin de las cosas que me han pasado en los 51 sobre esta esfera. 

Vino a la cena además de las parejas una nena que hace años, estaba en el lado opuesto de la mesa en el cumpleaños de la consejera consultiva en el Park Way y me resulta inevitable sonreírme al caer en picada sobre ese día... ataque de risa compulsivo, explicación de lo que estaba pensando entonces... su sonrisa cuando caí en cuenta de quien era ella.

Hoy reflexionar sobre esas escenas de desencuentros en las que al tiempo uno se da cuenta que ya se había visto, que se cruzó hace un rato, no digo conocerse, necesitamos más café para el capítulo 24, entonces se me llena la cabeza de Nukak, si hubiera empezado más temprano o nos hubiéramos quedado, si hubiera conseguido recoger a C2 esa noche, si las nenas del otro bar no hubieran tirado la silla, ya casi es 26 de agosto.

Por lo pronto el kanka y dos tatuajes nuevos a la vuelta de la esquina.

volar volar volar, si vuelo


 


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