Muchas noches seguidas no significan nada, son sólo un suceder de hechos fortuitos, el calor del cuerpo o las ganas de tocar suavemente su piel se convierten en un impulso negativo que debe ser controlado a toda costa, nada de cucharitas, mejor vuelta al lado derecho de cara a la pared.
Una noche de pensamientos lúgubres y oscuros la noche de anoche, la claridad esta en saber que nada es nunca como ocurre en mi cabeza previamente, todo se desvanece, se tuerce, es impredecible; sera por eso lo del conducir, por la certeza de entender en los más de los casos, física pura, depende de mi lo que haga con lo que me encuentro al rededor, con la cabeza de resolverlo todo en el segundo faltante, sale bien, no sabemos como, no sabemos porque, lo decía Piedí y le sigo creyendo, con su parábola de que si no esta bien no ha terminado.
Yo me aferro a mis dedos, de chupar y de morder, a la falta de sonido de la puerta al cerrar, a ella asomada por el triangulito del último escalón, debí quedarme un momento más, decirlo con los ojos, para que enfrentarlo, si me duele huyo, el compu bajo el brazo, el libro de murakami por fuera del morral crema, como se te ocurrió dejar esas cosas ahí? debiste prestarle atención a las señales, esa cara de asombro cuando dos veces pregunta... coño, que pesadilla, la necesidad absurda de estar allí y la valentía de irme.
Me escurren como siempre las copas de los ojos, se me fue la mano con Sawan en su día y aunque no llovió si me encharqué yo misma, la mañana amanece con chulos azules.
vuelvo a la lectura.