Con esas palabras terminó el arrunche, quererla y haber creído que me quería, esa mezcla imperfecta de amor no correspondido, de lágrima oculta y de lágrima visible, adiós a la ilusión del amor sin cadenas de apego, una amistad sin sabor se queda en el cuncho de ese vaso, imperfecto como yo, que amanezco sin ganas de nada y resuelta a entender que pasa en mi pequeño mundo de pantalla al mundo.
Es perfecto que el sábado yendo a su casa haya sonado una de mis clásicas: trátame suavemente que la deja despedida, buenos sean los vientos que me alejen de su recuerdo, hasta que la espuma me toque los pies y desaparezca la arena debajo de ellos.
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