De niña, pensaba que lo mejor que podía una comerse en la vida, era un perro caliente, por eso, a pesar de que mi madre era vegetariana, yo, disimuladamente aceptaba los contrabandos de mi abuelita; luego con el tiempo y sobre todo, luego de visitar una feria ganadera y ver el proceso de convertir cerdos en salchichas, decidí que lo más prudente era ser vegetariana por completo.
Así lo fui, hasta que me entró la rebeldía de los 15 y como pude me zampé varias comidillas (más vale morir en el pecado, que nunca haber probado) así que en una semana consumí todo tipo de alimentos con cadáver animal; me tragué un churrasco en Andrés Carne de Res, una hamburguesa del corral, un perro de jr, un pollo broaster en frisby de la 19 y un sudado del cual prefiero no acordarme, en casa de mi amigo el hermano del basketbolista.
Luego de esa poco digestiva incursión, de que la carne me supiera a hilachas y no hallara la hora de terminar de masticarla, de que lo rico del pollo fuera el apanado, de la hamburguesa el guiso, y del perro las salsas, decidí unilateralmente y al fin por motu propio, ser vegetariana en serio y para toda la vida.
Lo he sido desde entonces con una férrea disciplina, solo interrumpida por pasteles y salsas con huevo (que me gustan aunque sepa de la diarrea que me producirán), boquisabrosa que soy, carachas.
El vegetarianismo entonces se me ha vuelto con los años el último bastión incólume de una disciplina espiritual que sigo a mi propio ritmo y con millones de fallas, aunque esa de la carne como roca mantiene firme y en forma el acto de la fe que dejo escapar de otros modos.
Así que la carne siempre ha estado prohibida en casa, con algunas laxitudes que el tiempo me ha legado y que sin embargo me molestan; la verdad, no es que yo sea la más radical de las mujeres en el tema, pero si me es importante, a ver, plata blanca, forma parte de mis creencias profundas que en mi entorno no se cocinen ese tipo de alimentos y esa es tal vez la más notoria de mis manías al respecto.
No soy de las que hablan asqueadas del pedazo de animal muerto, aunque en el supermercado me tapo la nariz al pasar por las neveras y cuando camino cerca de un expendio oloroso o especialmente exhibidor del fiambre, miró para otro lado; pero si conservo un disgusto particular y debo admitirlo, y es que los muertos se preparen en mi casa, no admito discusión al respecto, no se puede y quienes me conocen lo saben y lo respetan.
Con el tiempo como he dicho, soy más o menos laxa por aquello de respetar las individualidades, hasta llegar al punto del consumo moderado y discreto de productos previamente cocinados en otro lugar (por parte de quien quiera hacerlo) pero lo que si no soporto, no paso, me altera y descompone, es que se preparen comidas con carne, pollo, pescado, cerdo o cualquiera de sus derivados en mi casa o que mi entorno cercano (es decir mi nevera) los contenga.
Lo comprobé claramente ayer, cuando por los azares de la vida, terminó un pollo en el congelador de mi nevera, aún ahora me retuerzo de furia mal contenida y de impotencia muy mal disimulada, por que la gente no lo entienda y aún esté el muerto al lado de los hielos que le pongo a la ginger y del pan que desayuno en las mañanas.
Me molesta por lo indelicado del hecho, porque le he pedido a quienes lo pusieron que lo quitasen “tan pronto como les fuera posible” por delicada no dije “inmediatamente” y les tuvo sin cuidado la petición.
Para otros serán importantes otras cosas, como quitarse los zapatos para no ensuciar la alfombra o dormir siempre del mismo lado de la cama; para mi, ser vegetariana y más que serlo, tener el derecho a serlo en mi propia casa como a mi me parezca, es tan importante que me lleva pensar en muchas decisiones mal tomadas por amable y de las cuales claramente en ésta noche me arrepiento.
Y por supuesto, me voy a la cama con un mal sabor y con tristeza de mi misma por tonta…
Es un blog donde hablo de muchas cosas, de ser lesbiana, de ser activista, de hacer videos, de viajar, de los amigos y amigas, de la familia... de los amores varios y complejos y de la vida de todos los días.
20 de septiembre de 2007
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11 comentarios:
La posición de no tener animales muertos en tu nevera me parece totalmente respetable, al igual que lo es la de quitarse en mi apartamento los zapatos antes de entrar y bueno, eso debe ser respetado a mi modo de ver.
Que salga el pollo del congelador! :)
Un abrazo, y que te pase el malestar.
a petición de la cliente... de todos modos, lo dicho cala.
Jajajajajajaja... Adios al pollo! Un abracito Ilicht!
Hola!!!
yo como vegetariana si que te entiendo...
primera vez que entro en tu blog y me encuentro esta historia. Hay cosas de comunicación que los no vegetarianos necesitan se les diga explícitamente, como el no ingresar cadaver a la casa de uno, pero si pienso mal detalle el no sacarlo tan pronto informaste el descontento... cosas de la convivencia mujer
igual, hoy es viernes!!! el día más feliz de la semana pa quienes trabajamos ;)
abrazo!
pues siempre e dicho yo que un muerto es un problema grande,mire ud medudo lio el que se ha armado con el pollo muerto en el congelador, y sus consecuencias se escucharan muchos dias mas,bueno hay que abonar que el pollo era asado por que si hubiera estado crudo la reaccion hubiera sido tal vez peor
muerte a los asesinos de pollos, los estafadores de computador y las hermanas que se hacen las bobas con el favor, y dicen no notar los millones que acaban de ganar.
por en la misma categoria estan (segunda parte del comentario anterior)
Pormetí no hablar más dle pollo, pero aclaro, no estaba asado.
En cuanto al resto de lo dicho, parce, pacito, que eso duele.
Gracias a los que se preocupan... se les nota el cariño.
bueno era un cadaver el pollo mala cosa.
duele mas ver pasar los meses dela firma y que no noten el error, y que ademas para que lo noten alla que avisar, eso habla muy mal de una persona
como llevan un pollo cadaver eso es como esconder un muerto hiumano en el congelador
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