21 de septiembre de 2008

2 am

Duermo plácidamente, con la ventana abierta y escuchando la brisa juguetear con los árboles, cuando suena el teléfono y no se donde sucede que cosa, es el parce, a decirme en media lengua que está borracho y que necesita que lo trasporte a él, a su novio, al exnovio y al novio del exnovio de un lado a otro en Bogotá.

Me visto, me cepillo los dientes y saco la billetera con el pase mientras espero que lleguen a recogerme los borrachos, como siempre he sido, todo plan, de la 127 a una fiesta en un bar de rugby alejado del mundo y en una bodega, (as always underground) y de allí por mas alcohol al carulla de la 63, casi 5 am en casa del amigo, con los que quedan del diluvio, excelente lo de sobriamente manejar en la noche del amor y la amistad.

Llego a casa a la 1 pm, y ha muerto para siempre el plan de ir a donde Laurita a arreglar la biblioteca, pero queda un buen sabor en la garganta… a veces hay amigos que celebran amorosamente su amistad.

No hay comentarios.:

La sandía y los aguacates

Hace años, cuando fui a visitar a mi hermana a Gotemburgo, me admiré de ver cuantas frutas y verduras eran importadas, en ese tiempo años 80...