23 de noviembre de 2006

Un poema muy largo

Así se llamaba el primer amor de mi vida, lo conocí en un paseo a Palo negro, cerca a bucaramanga y desde esas vacaciones de los 10 años, no he dejado de pensar en el un solo día de mi vida.

Hacíamos grandes excursiones al rio; él, su hermano, el gordo (amigo de mi novio gay), mi primo y yo; nos pasábamos las mañanas entre piñas, mangos, cultivos de tomate y saltos de agua; y algunas tardes lanzábamos flechas contra una diana acomodada sobre un barril, tomando pony malta, bebida que campeones.

Era de lo más divertido estar con él, rubio, de ojos claros, un poco más alto que yo, me encantaba ese man… pasamos muchos años y muchas cosas hasta los quince cuando nos volvimos a encontrar…

Le he escrito muchas cosas, entre esas, ésta.

AQUÍ ESTA LA CARTA
Hace días tenía ganas de escribirte millones de cartas,
las primeras con cara de cartas de amor,
las segundas,
más bien con cara de reconciliación.

De reconciliación con la vida,
con mi cuerpo,
con tu cuerpo,
con todo lo que sin querer nos hemos hecho,
y con todo aquello,
que queriendo,
y sabiendo insano,
igual seguimos haciendo.

Pero ya en este punto de mi vida,
las palabras se me empiezan a acabar,
porque empiezan a sonarme incompletas;
como si me hicieran falta sustantivos,
adjetivos,
y hasta verbos para hablar contigo.

Y sí,
ahora que lo pienso,
me hacen falta todas esas cosas al hablar contigo,
me hacen faltan las letras,
y se me confunden las horas
los días,
los meses,
y por poco hasta olvido cepillarme los dientes en la mañana,
cuando al levantarme,
todavía estoy pensando en ti.

Como la noche anterior,
como todas las noches,
los días,
las horas,
los años,
los segundos,
y todo el tiempo de mi existencia,
que sin ti,
empieza a tornarse sin sentido.

78.
Bienvenido fueras en las horas de mis días,
en que,
pensando en ti y en tus maravillas,
me sumerjo en las almohadas de mi cama,
que son tantas,
para que no se sienta tanto espacio vacío,
ahora que sigues ausente.

Este día traté de escribirte otra de mis infaltables cartas,
pero descubrí,
como siempre,
que ya estas dejando de hacerme falta,
y que,
aunque piense en ti día y noche,
las hojas no son suficientes para repensar en ti.

Esperando el día estoy,
en que te me vuelvas tan cotidiano,
que no me importe tu existencia,
y te diga,
cuando al fin vuelvas para siempre,
¡que te vayas!,
porque, como en el libro,
me tienes sin cuidado.

79.
Hoy,
he decidido escribir nuestra historia,
pero no para que te ufanes de ella,
sino porque a mí me empieza a dar tristeza,
cuando pienso en todo lo que hice,
por que no te me fueras de al lado.

Empezaré por la razón de tu partida,
que es lo que más me duele
y lo que más nos separa ahora.

Te fuiste un día de verano,
y era verano,
porque el cielo lloraba como yo con tu partida.

No me dijiste ni hasta luego,
simplemente cogiste tu existencia,
la metiste en la maleta de a tres pesos,
que te regaló tu padre para la ocasión
y te enfundaste en el avión amarillo de Lufthansa,
rumbo a tu patria,
a la patria de tus padres,
a mi propia patria de hace quien sabe cuanto tiempo.

Y la razón,
que empieza a dilatarse,
entre el recuerdo de tu cuerpo sentado en la cama,
es que,
tus padres,
nos querían separar.

Por que tu tenías que ser piloto y yo periodista,
y ellos compraban la News Week,
y mi madre empieza a comprarme Semana.

Y aquí la historia continua,
como más o menos quise escribirla en Arbeláez,
y como volví a tratar de apuntalarla en París,
y después en Suecia,
y que ahora vuelvo a tratar de escribir para dejarla por fin exorcizada.

80.
Te conocí un día cualquiera de hace muchos años,
en que te dedicabas al juego,
¡Cómo siempre!,
en la época en que te escondías de tus padres,
para ganarle dinero al vigilante por medio de la veintiuna.

Pero fue un día distinto a todos,
porque como en las películas surrealistas,
el cielo se tiñó de rojo y todo parecía de comic,
¡con viñetas y todo!

Éramos demasiado posmodernos para tener sólo...
ya no sé cuantos años,
y de verdad lo éramos,
porque ahora estoy segura de que tú eres muy mayor para mí,
y yo soy muy menor para ti,
aunque en realidad no sea mucho menores el uno del otro.

Y las cosas fueron pasando hasta que nuestra existencia,
se fue convirtiendo en uno de esos cuentos de hadas,
que sigo soñando cuando no me recuerdas,
( que es casi siempre)

81.
Después,
creciendo juntos,
viéndonos todos los días,
empecé a pensar que no te amaba,
pero no,
no era cierto,
porque luego,
cada vez que volvía a verte,
o que volvía a pensar en ti,
te amaba,
con ese amor que no se olvida,
ni se deja,
que no se pierde,
ni se estropea,
ni se diluye,
ni sé...
ni sé...
ni se existe sin él.

82.
Hoy,
muy en la tarde,
muy cuando sigo pensando en ti,
muy cuando quiero buscarte y olerte,
y decirte que te amo,
me contengo.

Porque sé que todo pasa,
como el amor,
como la existencia,
como el ser hombre,
mujer,
o niño,
o viejo,
o abuela,
o madre,
o sobrina de la tía esa,
que es hermana de aquella,
que por fortuna a resultado ser tu madre,
aunque tu,
no seas mi primo.

Por que has dejado de existir en medio de un día lluvioso de verano,
y sólo te me metes en las páginas cuando trato de olvidarte,
cuando te pienso,
y te veo tan difuso,
que me da miedo,
que te me pierdas en las horas de sueño,
cuando es inevitable que sueñe contigo.

finalizado el 30 de septiembre de 1996.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me agrado el poema, justo como el poema que yo buscaba

Emanuel Gonzalez dijo...

Todo Es Un solo Poema ?
Esta Excelente !!

La sandía y los aguacates

Hace años, cuando fui a visitar a mi hermana a Gotemburgo, me admiré de ver cuantas frutas y verduras eran importadas, en ese tiempo años 80...