7 de octubre de 2011

El último chapatti y la pata de la silla




Creo que lo he dicho unas mil veces y me faltan unas mil mas antes de que me canse de decirlo; viajé por primera vez a la India hace mas de 15 años, lo hice al Ashram de mi amado maestro Sant Ji quien amorosamente me dio la oportunidad de realizar en varias oportunidades ese viaje sagrado.

De los tiempos de 12 horas de bus viendo por la ventana un país fascinante y desconocido al vaiven de las caderas campesinas a hoy, las cosas han cambiado enormemente y sin embargo siguen siendo iguales, yo he cambiado mucho, ya no soy la misma niña que se desvivía por servir a los demás y más como me llamo mi amiga s cuando me senté en la línea de servicio de la comida, soy un hongo por ahí sentado, que trata de no relacionarse demasiado con las demás personas para no amargarse la vida.

Pero este post se llama el ultimo chapatti y voy a hablar de eso, mientras espero en una centralita del aeropuerto de Houston a que este aparato se vuelva a cargar (va en el 24 %), siempre he sido una persona jodida para comer, sobre todo me molesta sobre manera la gente que no me permite tomar una segunda porción, me encanta repetir o me deja sin la última papa…

El caso es que me pasé el programa saltándome el almuerzo, como un modo de mantener mi estómago medio en ambiente para meditar de manera medianamente decente, pero ya que era el último día y nos habían pedido bajar las maletas a las 5, asumí tontamente que no habría cena y mi estómago que parece una matraca, se decidió por lunch.

Me hice al final de la línea y recibí mi plato de acero, mis dos vasos, el de la sopa y el del agua, mi cuchara y mi servilleta, mientras esperaba el paso de los sevadares con sus viandas respectivas, cuando vino la primera sevadar (quienes se encargan de servir desinteresadamente a los otros discípulos, para que estos puedan asistir al programa confortablemente, yo solía ser una en mi infancia, juventud, primera adultés, 2003 y de vez en cuando algo de ello me queda y ayudo a poner las cintas de los viajeros de las 9 pm, por ejemplo) volviendo al tema… me puso 1 chapatti, yo, como suelo, le pedí el segundo en medio de sonrisas y a diferencia de otros sevadares, me dijo que no me lo daba, que tenía pocos, el brillo de la ira apareció en mis ojos y le dije, conociendo de antemano la regla, - no hay problema, si quieres puedes llevarte este, ella me dijo – no, no puedo hacer eso y paso seguido, se paso a la línea del frente y le dio a otro discípulo dos mas.

El ojo se me aguo de la rabia, sobre todo porque ya otro par de hechos me habían hecho pensar que no importa cuantos años llevemos en el bendito camino, seguimos resbalando por culpa de las mismas piedras e infortunadamente son los del ejemplo, quienes menos lo damos (tranqui lector, ahora cuento uno de los otros dramas, o de pronto ambos) cuando mi madre llegó a mi lado, le dije amargamente que ya tenía la conclusión del programa y que no era la mejor.

“Si hemos de juzgar a los Maestros por sus discípulos mas me valdría nunca haberme iniciado”, trató ella, como es de bella, de dorar la píldora, diciéndome que mas que los discípulos eran las discípulas, las que le dábamos mal nombre al amado con nuestros roces, a lo que asentí, (mis incidentes habían sido con iniciadas de Kirpal, de Ajaib y de Sadhu)… luego me salió ella con la homofobada, de – bueno, los hombres homosexuales también son un poco mañosos como las mujeres, no se como sean las lesbianas.

Yo me mordí el labio sabiendo que mi madre entre chiste y chanza siempre sale con puntaditas parecidas y a la primera oportunidad le solté el veneno de – claro, como las maricas, no recuerdo por que comentario suyo, a lo que me dijo que no me fuera por ese camino, porque me iba a hacer heterofoba… atrevida mi madre, pero bueno, paso párrafo.

Se me alarga el post y no llego a la pata de la silla, lo que me lleva al segundo incidente, el de los puestos de adelante, en que una persona se sienta a meditar temprano y tan pronto se para al baño llega otra y le birla el puesto, lo que pasó a mis ojos, las implicadas, cuasi se sacaron los ojos y yo ofendida le dije a la agresora, la ley es esa, el que medita el puesto, se lo gana, graciosamente defendía a una archi arpía venezolana, que prefirió amistarse con la otra que conmigo, es la vida del hongo, pensé.

Paso el día y a la mañana siguiente fui yo la sentada en el puesto de la discordia, para ello escogí una silla gris que desde el principio me pareció como enclenca, pero luego de dos horas de removerme tratando de hacer la tarea de meditar, me fui de hombro contra el planeta, se le partió una de las patas traseras a la silla en la que estaba sentada.

Karma? Destino? Reflexión de último día de programa? el caso es que me pasé la mañana pensando en los que toda la vida caen en el mismo rollo y la tarde lagrimeando por el incidente del chapatti, ya a punto de irme a bañar, me asome de mi litera y le dije a mi madre que en mi rato de sollozos había encontrado hombres que también me habían hecho pensar en el tema del discipulado díscolo… no somos solos los maricas, le dije, se rió y quedamos amigas.

Dejada la maleta en el garaje a las 5, sonó la campana, había cena, baje muy juiciosa, y allí me esperaba la silla de la mañana, le habían cortado las otras 3 patas y ahora servía en una mejor ubicación del salón, adelante, me dio risa, el Maestro sabe como hace sus cosas, la conclusión cambió.

De primera fila de atrás, la silla sin patas paso adelante, toda mala situación es susceptible de cambiar para bien, como la silla que de atrás, se pasó para adelante. Con el 81% de la batería llena, me sonrío, han llegado un japonés y su mujer a cargar el celu, yo estoy a por irme a buscar papitas y cocacola, porque hoy es un día feliz y vuelvo a casa.


No hay comentarios.:

La sandía y los aguacates

Hace años, cuando fui a visitar a mi hermana a Gotemburgo, me admiré de ver cuantas frutas y verduras eran importadas, en ese tiempo años 80...