22 de julio de 2007

Punzada de espalda

Llueve sin control a la 1:42 pm del domingo, decidí bajar a escribir un rato, contar que he tenido el fin de semana más doloroso de los últimos tiempos, claro, todo se debe a la herencia y a mi forma de vivir la vida, me quejo poquito, y me duele un montón la espalda pero mejoro gracias a la madre...

mmm… me siento confusa, pero bueno, empezaré por el principio: Colegio Kirpalamar 1989, explico algo en el tablero a mis compañeros y se me cae la tiza (en mi época los tableros eran verdes y se marcaba en ellos con tiza…) me agacho a recogerla y una picada intensa me deja doblada en esa posición, mis compañeros, al principio toteados de la risa, se dan cuenta de que si no me muevo, la cosa es grave, sale uno a buscar un doctor y me quedo yo con mi cara de Ilichtna mirando al suelo y con un horrendo dolor en la cintura…

Vino el doctor de apellido africano, me hizo masaje, y me levanto de a pocos, punzadas a cada etapa del enderezamiento, lo recuerdo compungida, luego, en la consulta, me hicieron terapia neural, mejoré y olvidé la picada hasta unos años después, cuando en casa de mi madre pasé una semana con el mismo dolor, por una causa similar que no recuerdo pero relacionada, como ésta vez, con la tos intensa.

Caminando medio doblada del dolor por toda la casa, me doy cuenta de que he tenido siempre una salud de perro y no me ayudo, fumo, como en exceso, soy sedentaria, bebo alcohol y consumo porros, todas causas de enfermedad según los expertos.

Vagabunda que soy, decidí no ir a la consulta de mi madre el jueves a mejorarme la tos que ya sabemos, pensando que con una reacción como la de la semana pasada se me malograría el matrimonio tan anunciado del 21 y el concierto de Gwen en la noche de ese mismo día.

Pero lo que no es de uno… no le toca; días antes en medio de la tos de perro me dio por cambiar los muebles del cuarto para darme nuevos aires, y terminé con un dolorcito más bien moderado de espalda… mala vaina, pero como me conozco, me paleaba con pomada de tigre.

Pero vino el infortunio, el viernes vistiéndome para salir a Subachoque, me agaché para recoger algo y como si hubiese tenido un Dejavú, termine en la misma posición del colegio sin nadie a mi alrededor y con la tarea de enderezarme sola y por mis propios medios.

(mmm, eso suena a presagio de mi futuro) bueno, bueno, no alargo el cuento, pasé una noche de perros de viernes a sábado porque para donde me moviera sentía picadas en las espalda… heroica no le hice caso al diclofenalco que me recetó la mamá enfermera del peluquero.

Y llamé a mi mamá en la mañana, trajo ella sus agujas, sus moxas y sus sabias aguitas y me pinchó la espalda… he mejorado desde su visita, pero la comilona en Tabio y la saltada conciertera de Gwen se convirtieron en maratón queer as folk y en llamadas intercambiadas con la ex del reporte conciertero (se esperan los blogs respectivos de las asistentes para hacerme un recuento pormenorizado).

Hoy camino más derecha y espero a mañana la ida al consultorio a ginecológico, que de solo pensarlo me da escalofrío, pero ya se yo que la medicina de mi madre es bendita aunque dolorosa sea (Bueno no tanto como la punzada de espalda).

No hay comentarios.:

La sandía y los aguacates

Hace años, cuando fui a visitar a mi hermana a Gotemburgo, me admiré de ver cuantas frutas y verduras eran importadas, en ese tiempo años 80...