8 de agosto de 2007

segunda parte del cuento mexicano

Para entender este post debe leer primero el anterior

Había pasado el rato así, como estaba ahora, sentada a la sombra de uno de los árboles del parque, escuchando los gritos de los amigos jugando baloncesto, fumándose un kool, relajada…

Pero allí estaba ella otra vez, a sentarse en el centro, entre las demás gallinas, con su cara bella y ese algo que la hacía irritante y a la vez encantadora; ahora, con una sonrisa, recordaba como se había metido al partido sólo por dejar de mirarla.

Era demasiado obvia cuando se le iban los ojos y no quería levantar sospechas, nunca nadie había entendido que le gustaran las mujeres, ni ella misma…

Por un momento lo había logrado, se había olvido de ella, una cesta, otra, golpes y sudor; una quimera, en su mente la imagen fija de sus movimientos, como ahora se le venían a la cabeza de precipitados, solo con cerrar los ojos...


Frente a la pantalla del computador, con el té a la mano, las gafas puestas estudiando el informe, escribiendo las palabras descriptivas de las altas y bajas del mercado, leyendo los números y comparando las fechas.

No tenía tiempo de darse al recuerdo, casi la una y habían quedado de verse a esa hora; sorbo y no importaban los 4 rectángulos naranja al final de la pantalla, uno de ellos, Daniel, chao, chao, un beso, te llamo luego…

Firme, fría, había visto su cuerpo sudado, en ese preciso instante le había gustado, entonces había sonreído, entre su grupito de amigas tontas, que ni imaginaban lo que pasaba por su cabeza, le había encantado, la chica nueva que jugaba baloncesto.

Era una fascinación extraña, jamás sentida, ¿Cómo le podía mariposear la panza por una vieja? Mientras hablaba a sus amigas, no podía evitar mirarla y al mismo tiempo pensar en el sabor de sus labios, era extraño, y volviendo a la calle de los carros vistos desde su oficina del veinteavo piso del Banco Cafetero se decía: - si, es extraño haberla visto y saber que todo tenía sentido...

20, 30, 40 puntos, y el sudor bajando por sus ojos mientras lo limpiaba con la manga de la camiseta. Bien, habían ganado! Bien, Bien, sonrisas y besos, todos ganadores, ningún vencido, como los amigos de siempre, las mismas jugadas, las buenas, las caídas, las salvadas.

Propusieron cervezas, y fueron a tomarlas a la tienda de la loma. Claro, otra vez estaba ella, distante, sonriente, frívola, encantadora, la miraba de reojo, bebía su cerveza, y se preguntaba quién era, de dónde habría salido, cómo se llamaría esa aparición divina que le quitaba el aliento…

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