9 de agosto de 2007

tercera parte...

Llegada la noche, sentía olvidada a la muchacha color canela, olvidados sus ojos penetrantes ¿La había olvidado? o sólo pretendía olvidarla para descansar tranquila; no, no era posible dormir, tenía que hacer algo... tenía que salir…

Ahora también salía, pero antes miraba el reloj cien veces y se miraba en el espejo, era tan diferente ahora, ¿cómo sería ella? Apenas la recordaba, su cara se perdía entre millones de otras caras que no eran la suya. ¿Ella también sería otra imagen? Como la imagen de la noche en el parque...

La luna se veía como en un cuento de niño pequeño, los pájaros no cantaban y apenas se escuchaba a las ranas en sus actos de amor; se sentía sola, vacía y la veía a ella en cada recuerdo del día, como un presentimiento.

Se sentía loca y quiso ir a uno de los bancos del parque, el mismo donde ella se había sentado durante el partido, y sin poder creerlo, allí estaba ella, con la luz de la luna iluminándola por completo, como una aparición, como un ángel.

No era un sueño, se acercaba y ambas sentían el magnetismo, lo sentía ahora, en un banco desconocido en otra hora, en otro momento de la vida...

Sentadas, sin decir nada, sólo sentadas la una al lado de la otra, mirando la luna, las luces de la ciudad, pero no es eterno el momento... De repente se daba cuenta que seguía en el banco de un parque que no era el mismo, y volvía a cerrar los ojos para recrear la imagen de la primera noche; se había ido, ahora sólo quedaba esperar, o salir corriendo.

Volver al lugar desconocido, mirar el reloj… es tarde, pensar por un instante si no era mejor dejarla ir, parpadear e ir hacia la tienda de la loma, dejarse embeber por la cerveza...

- Tengo que volver a hoy, se decía mientras conducía por la séptima, tal vez sea igual, tal vez vuelva a decir las mismas cosas, tal vez sólo nos encontramos ahora para dejar que todo fluya…

- y de repente en la cabeza, Daniel, ¿Qué va a pasar con Daniel? han sido muchos años de cultivar esa relación, no la puedo votar por un futuro tan incierto como el pasado. Daniel es el amor, se había repetido millones de veces, a solas, en el baño, cuando nadie se daba cuenta de que la duda continuaba. Daniel es el amor, Daniel es el amor, ¿Daniel es el amor?

La esperaba sentada en una de las mesas de la terraza, bebía un poco de vino, rojo, como se sentía por dentro, cerraba los ojos y ahí estaba otra vez la imagen...

Ellas sentadas en el banco, lado a lado, ninguna decía nada; en algún momento se habían tomado de la mano y habían permanecido así hasta el alba; ella le había dicho que la amaba, la había observado en silencio no había respondido, ¿cómo podía amar a alguien que apenas había visto? Y luego, se recordaba a si misma, triste, sentada en la acera, llorando por ella...

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