4 de agosto de 2009

de lo que me encuentro por allí.

DE SEMANA.COM

No hay literatura gay.
Autor: MISS DISLEXIA 07/31/2009

Hay estadios de fútbol y cuarteles militares: esas otras formas de la homosexualidad…

“No hay literatura gay, sino una sensibilidad proscrita que ha de persistir mientras continúe la homofobia”.

Cuando copio estas palabras del escritor mexicano Carlos Monsivais, el corrector de ortografía de mi Word salta rojito y escandalizado. Aunque reconoce la palabra gay, no reconoce la palabra homofobia (como algunas políticas seguras y democráticas, pienso yo, jejejeje). Yo le pido a Word las opciones ortográficas que tiene puestas en su inconsciente digital, y arroja la palabra homofonía, y pienso que eso parece una metáfora desolada sobre el mundo en que vivimos, en el que solo ciertas voces tienen permiso para hablar, esas, las que suenan parejo, las que le imponen a la humanidad su cruel futuro homogéneo: “todos somos iguales”, la mayor paradoja de la democracia.

Carlos Monsivais escribía en su introducción a las crónicas de Pedro Lemebel que la escritura freak de este artista (porque Lemebel es un fenómeno y un loco, una loca preciosa que se le midió a la dictadura de Pinochet en carne y hueso. En esa época alambrada de los años 80, en que Chile se dejaba llevar por la mano derecha, Pedro Lemebel era una zurda despampanante, que se dio ley siendo ilegal a codazo limpio: dejándose existir con sus cosméticos y sus abanicos y su taconeo, y con sus palabras escogidas con cuidado, una a una: exhibiéndose, haciendo su performance vital: fotografía, video, escritura y travestismo. Y se ganó premios y se volvió famoso. Y ahora tiene que pelearle a la contracultura, ese boomerang que cruza por lo que nace legítimo y da una vuelta cortacabezas, cuando lo singular se convierte en una moda…) .

– A ver: concentración, señorita Dislexia: Monsivais decía que la escritura de Pedro Lemebel no solo tiene que ver con la legitimación de los derechos vitales (sexuales, civiles, humanos) de las minorías latinoamericanas, sino que, además y de paso, es una estética que sirve para revisar las prácticas de la opresión con que se castiga la diferencia (en general) y para señalarle a los verdugos, a los opresores, la “triste fábula de su importancia”. La importancia triste del muy machote en el estadio, hinchado de testosterona en ese ritual homogéneo de las pelotas. La importancia del Swarzenegger en el cuartel militar: ese bonito prototipo de un Rambo confundido. La importancia del torero, ese “guiñapo de loca que resiste amanerado llevando al extremo la templanza del macho”…

El libro de Lemebel del que hablo se llama “La esquina es mi corazón”. Son crónicas urbanas que pasan por los espacios públicos y compartidos: el parque, los baños turcos, el cine, el estadio, la cárcel, el ejército, los balnearios, los medios de comunicación, la identidad nacional en el día de la independencia, la peluquería, el basurero (si señores, Doña Juana y los demás basureros son parte del espacio público) y el libro pasa también por esas fábulas de lo común que son los censos y las estadísticas. Es un paseo sin sujetos, más bien lleno de un sacudimiento: ese lado de salir del clóset, dice Monsiviais, que acarrea la tarea literaria (no la responsabilidad política) de decir las cosas por su nombre y de paso, derrumbar o delatar uno que otro prejuicio: esas instituciones morales que hay detrás de los prefijos que se le pegan a las palabras como unas rémoras, diga usted: homo, feme, mili, afro, semi, a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, hacia, hasta para, por, según, sin, sobre, tras, so… dislexics untie!

El libro recupera la felicidad de Lemebel en su ejercicio de afirmación, como lo dice en su Manifiesto “Hablo por mi diferencia”:

“Mi hombría es aceptarme diferente

Ser cobarde es mucho más duro

Yo no pongo la otra mejilla

Pongo el culo, compañero”

La esquina es mi corazón fue publicado en Chile en 1995. Cuando escribo Lemebel mi corrector de ortografía vuelve a saltar. No reconoce Lemebel, como es natural. (Ahora que lo pienso Word también se parece a alguna de mis tías). En todo caso veo las opciones ortográficas que me ofrece en reemplazo, y, para mi sorpresa, arroja: léeme él. Yo pienso entonces en las vías oscuras y maravillosas en que el universo se equilibra y descubro que el programita ese de escritura, Word, es mucho más que un esteta.

Si quiere ver más de Monsivais aquí.

Si quiere más de Lemebel aquí.

Si quiere ver la confesión oscura de Miss Dislexia sobre esta columna vaya a su blog.

Casi todo lo pirateado aquí viene los dos primeros sitios. No es mucho, pero que conste.

Miss Dislexia/ @MissDislexia

PARA LEERLA EN SU BLOG http://www.cheenglish.blogspot.com/

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