20 de diciembre de 2007

De palustres y paredes



Todo empezó con una superficie plana y horizontal donde estaba el pozo séptico de una finca campesina en la vereda centro de Turmequé llamada Laural, propiedad de mi progenitora. Sobre la plancha había un ranchito de madera con tejas de zinc donde los antiguos dueños guardaban la cosecha de papa y algunos materiales.

Decidió mi madre construir un depósito mejor hecho y bueno terminó siendo una casa de 3 por 4 metros bastante sui géneris (como diría ella), con un hoyo para la puerta y otro para la ventana, estos luego de un tiempo obtuvieron unas de madera muy simpáticas que mejoraban su aspecto (nada que digamos que brutos como quedó de chévere pero si arreglaron la casita, pa que).

Lastimosamente la construcción, que había sido pensada para mostrar el ladrillo no quedó como esperábamos; en mi visita anterior intenté pintarla para mejorarle la cara (gracias a la venida de los suecos ha habido cambios fundamentales en diversos aspectos, cortinas y pinturas, arreglo del calentador y compra de sábanas y toallas, que como habrán notado por los post de éste blog y del otro me han mantenido en viajes de allá para acá todo éste tiempo).

Decidimos mi hermana y yo luego de la pintada del lavadero de la vez pasada empañetar y repintar la cabaña (hasta ahora solo va la empañetada).

Y bueno, he de decir que el mundo del palustre, la llana, mezcla de arena cernida y paladas de cemento me ha enseñado muchas cosas, como que una carga de arena equivale a cuatro viajes de la finca al pueblo llevando costales de arena y bultos de cemento “diamante” que es mejor que el “boyaca”.

Que enderezar la pared necesita de un palo que parece una regla de costura y se usa pasándolo de derecha a izquierda y de arriba abajo en vez de puntos de fuga (los cuales se usan en paredes más grandes).

Que lo que esperaba hacer en dos días necesitará de 6, que los problemas matemáticos de los obreros levantando paredes en lo práctico del ejercicio si se toma 6 y 7 horas de arduo trabajo y que afortunadamente no soy un tren en contra del viento de Londres a París.

La llana para aplanar paredes es de madera y la terminación perfecta la da mi vecino el que de mozo se dedicaba a levantar paredes, antes de ser marido de quien hoy cuida a Susana y a Sergio en una finca de la vereda centro de Turmequé Boyacá.

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