La cosa mejoró cuando mi hermana sabiamente me dijo que estaban en la frutería cuando yo enfurecida me había quedado en el carro (cuento que no les echaré aquí para no amargarme el rato) el caso es que fui a la frutería y recorrimos la enrumbada plaza de villa pinzón, mientras esperábamos que la señora de los cueros almorzara, en el recorrido mi hermana compró un poncho y unas botas machita amarillas, que me recordaron la infancia.
Llegamos a Turmequé entrada la tarde y terminé con mi piecito lastimado en manos de “sobaldino” un viejito regordete que sabe poner los huecesillos en su lugar, quedé en cola de espera mientras mi hermana y mi mamá buscaban por las droguerías del pueblo la venda número 5 que no estirará; el primer cliente era un minero que nos invitó a todos a cerveza y un jornalero al que según sus propias palabras le cayó una bestia encima del pie.
Así que pasé el fin de semana vendada, lo cual no impidió mi caminata matinal con sat, quien muy entristecida nos recibió con su habitual jolgorio, he de decir que el miedo de mi hermana se comportó muy amablemente durante todo el weekend.
Pinté la alberca y prometí regresar la próxima semana a empañetar “la caballeriza” foticos pa que conozcan, por cierto, le quitaron el bellón a Susana.
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